El libro de las cosas

Su voz poética, sin afectaciones ni posturas, habla desde un lugar que es íntimo y de todos, con la sencillez necesaria para que el lenguaje vuelva a su centro y de allí al centro mismo de las cosas. Tanto tiempo después este conjunto de poemas no ha perdido su brillo. Ha sido un verdadero deleite leerlo una y
otra vez.
Ya se sabe que la memoria es imaginativa, inventa las cosas a su modo como una forma de la vengativa nostalgia. El poeta las fija con alfileres al papel para que cuenten su versión de los hechos. Las palabras ensueñan y las cosas son la forma de ese sueño. Las palabras dan forma al mundo.
"El libro de las cosas" lleva al lector de paseo por la casa, por el barrio. Convertidas en dioses lares, las cosas y las presencias, los recuerdos —al fin y al cabo— vigilan. Domésticas las cosas quietas, se encabritan y despiertan como lomo de fiera: enseñan así su falta de mansedumbre. Los trastes, los lugares, explican que son la única huella de la vida.
Claudia Ivonne Giraldo G.